Gustavo Nieves en una maratón.

Tokio 2020: El triunfo de la constancia

Por Gustavo Nieves, atleta paralímpico y asesor comercial para asociaciones y empresas en ILUNION Correduría de Seguros. 

Suena el despertador, son las 5.30 de la mañana de un domingo de agosto. Me incorporo a duras penas y ya noto las secuelas de una semana intensa.
 
Si se tratase de un fin de semana de cualquier verano, posiblemente sentiría las consecuencias de una noche de fiesta, pero no, estoy en una cama incómoda del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat en Barcelona, en una concentración previa a los Juegos Paralímpicos de Tokio. Llevamos 10 días aislados para evitar el contagio del tan mencionado virus, ese que ha paralizado el mundo y casi echa al traste 5 años de trabajo. Hoy será el último entrenamiento largo previo a la maratón. Tenemos 35 kilómetros por las sendas próximas al aeropuerto de Barcelona, y, a partir de ahí, tres semanas para ponernos el dorsal… y competir.
 
Me tomo un tiempo para pensar en cómo ha sido este ciclo paralímpico. Nada fácil. Lo confieso, he llegado a odiar este deporte y a plantearme si vale la pena:
 
“Todo empieza en los últimos Juegos, los de Río, caí desmayado cuando faltaban 7 kilómetros para llegar a meta. Iba en primera posición y un golpe de calor inoportuno tiró al traste las ilusiones de la gente que me rodea, y las mías, claro. Ese día les prometí que volvería a intentarlo, aunque era consciente de que sería complicado.
 
En estos 5 años me han operado 3 veces de diversas lesiones, y, lo más complicado, he compaginado los duros entrenamientos con las jornadas laborales en la Correduría de Seguros de ILUNION, que siempre me ha apoyado para poder llegar hasta aquí, facilitando siempre el encaje de bolillos que supone entrenar y trabajar.
 
Y aquí estoy, una vez más, a las puertas de los que serán mis quintos Juegos Paralímpicos, que serán recordados por “los de la pandemia”. Serán distintos, eso es algo que ya me han confirmado mis compañeros olímpicos. Sin público, desangelados. Sin embargo, estoy seguro de que la llama de la ilusión brillará en los ojos de cada atleta, con sus dificultades y con objetivos diferentes, y también con algo en común: una capacidad de superación ilimitada.
 
Sólo por eso vale la pena haber transitado por esta montaña rusa de sensaciones, emociones, éxitos y fracasos.
 
Hemos llegado hasta aquí y es momento de disfrutar”. 
 
Llaman a la puerta, es mi compañero de fatigas en estas semanas, rival y compañero, y me atiza un golpe de realidad: ¡Apura, que en breve salimos!
 
 

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